martes, 3 de junio de 2014
"La escucho"
martes, 27 de mayo de 2014
Capacitación en "Psicodrama e intervención social"
Destinatarios:,miembros de
programas sociales y de ONGs, organizaciones sociales, responsables
territoriales, agentes comunitarios, del área salud y ambiental, educativa, artistas con vocación social, etc
Modalidad de la capacitación:
Presencial
Formato:
Clases
teórico-prácticas con salida a campo
Carga horaria:
32 hs
2- EQUIPO DOCENTE
Docentes:
Apellido
y Nombres: Calello Tomás Daniel
Título:
Sociólogo
Especialidad:
Sociodrama
Tomás Calello es sociólogo y Psicodramatista con amplia experiencia docente y de asesoramiento en el sector público. Su tesis de doctorado consiste en en análisis de las escenificaciones comunitarias y de las performances como medios de abordar socialmente los problemas individuales. También como medios de generar alternativas comunitarias y artísticas a la identificaciones sociales coercitivas o violentas
3- DESCRIPCION PROYECTO
Fundamentación: El
sociodrama consiste en un conjunto de técnicas derivadas de la psicología, la
teoría de grupos y el arte que pueden ser aplicadas para la difusión de
campañas sociales, la prevención de riesgos y el tratamiento de situaciones
conflictivas o traumáticas.. La personificación de situaciones sociales y
grupales problemáticas por medio de su dramatización genera cambios
actitudinales en los grupos afectados. Por medio de la escenificación de
problemas que involucran dimensiones sociales -como adicciones, prevención de
HIV, violencia escolar, violencia de género, discriminación, conflictos
identitarios, problemas ambientales, etc-
los participantes adquieren nuevas herramientas de intervención en
ámbitos comunitarios, institucionales y sociales
Objetivos El
taller se plantea como objetivo la adquisición por parte de los participantes
de recursos provenientes del sociodrama y del teatro que puedan contribuir a la solución de
problemas socioculturales en el ámbito de la salud y las relaciones
interpersonales
Destinatarios: miembros de
programas sociales y de ONGs, organizaciones sociales, responsables
territoriales, agentes comunitarios, del área salud y ambiental, educativa, artistas con vocación social, etc
Requisitos: sin
requisitos de formación previa
Carga horaria total:
32 horas
Duración total:
4 meses
Frecuencia de cursada:
Un encuentro semanal de dos
horas
Plan de estudios:
UNIDAD
1: Breve
introducción al psicodrama y sus técnicas fundamentales
Nociones
fundamentales del sociodrama y psicodrama. Introducción a la utilización de
escenas en ámbitos grupales. El caldeamiento. El protagonista y los yo
auxiiares. Lo siniestro, lo patético y lo lúdico en psicodrama. Recursos
psicodramáticos: el “rol playing, el
“entre”, el “doblaje” y la “multiplicación dramática”. Las resonancias y la
apropiación grupal de conflictos
UNIDAD
2:
Introducción a la terapia escénica y el papel de lo lúdico en su desarrollo
Terapias grupales que utilizan
como recursos de formación la presentación voluntaria de conflictos
(individuales y grupales) para su objetivación mediante escritura,
dramatización y posterior resolución en diversos ámbitos (familiar,
institucional, laboral y comunitario). Fijación de roles y estereotipos. Las
escenas grupales ocultas y las escenas temidas del coordinador grupal. El
cuerpo, la música, la escritura y la máscara como recursos de intervención.
Realización de ejercicios socio y psicodramáticos.
UNIDAD 3: Procedimientos escénicos
para el ámbito organizacional y social-comunitario Identificación,
análisis y adaptación de información sobre problemas sociales para su abordaje
sociodramático. El psicodrama y su aplicación en políticas sociales (análisis
de casos: HIV, violencia, discriminación, vulnerabilidad, etc). Fundamentos de
Sociometría. La evaluación en políticas
sociales y comunitarias.
UNIDAD 4: Adaptación de recursos
psicodramáticos para la intervención pública (diseño de instrumentos
específicos). Elaboración de dispositivos escénicos y propuestas
de intervención. Realización de pruebas piloto y corrección de las propuestas
iniciales. Presentación final de propuestas de intervención y de propuestas de
evaluación de la intervención
BIBLIOGRAFÍA.
Brawerman J., Niremberg O. y Ruiz V.; “Programación y
evaluación de proyectos sociales. Aportes para la racionalidad y la
transparencia”; Editorial Paidós. Buenos Aires, 2003.
Calello Tomás; “Sociodrama e intervención social: algunas
aproximaciones teóricas y metodológicas”, Revista electrónica Onteaiken (http://www.onteaiken.com.ar), 12,
noviembre, 2012
Goffman E.; “Estigma: la identidad deteriorada”,
Editorial Amorrortu, Buenos Aires, 2008
Greenberg I.; “El psicodrama analizado”, Editorial Horme,
Buenos Aires, 1982.
Kesselman H. y Pavlovsky E; “La multiplicación
dramática”, Editorial Atuel, Buenos Aires, 2006
Loreau R.; “El análisis institucional”, Ed Amorrortu,
Buenos Aires, 2007.
Montero M. (2011); “Introducción a la psicología
comunitaria. Desarrollo, conceptos y procesos”, Paidós, Buenos Aires.
Moreno J.L.; “Psicomúsica y sociodrama”, Editorial Horme,
Buenos Aires, 1977.
Paiva V.; “Analisando cenas e sexualidades: a promoçao da
saude na perspectiva dos direitos humanos” In “Sexualidad, estigma y derechos
humanos. Desafíos para el acceso a la salud en América Latina”. Cáceres,
Carreaga, Frasca, Pecheny (org). Lima, FASPA/UPCH. 1ª edición, septiembre 2006.
Pichon Riviére E. y Pampliega de Quiroga A. (2009);
“Psicología de la vida cotidiana”, Nueva Visión, Buenos Aires.
Sierra Bravo R.; “Análisis sociométrico” en Técnicas de
Investigación Social: teoría y ejercicios. Thomson Editores, decimocuarta
edición, Madrid, España, 2007.
sábado, 17 de mayo de 2014
Sociodrama e intervención social: algunas aproximaciones teórico-metodológicas
Autor:
Tomás Daniel Calello[1] (Articulo presentado en la Revista electrónica Onteaiken, Nro 12, Noviembre de 2012)
Resumen: este artículo
aborda el Sociodrama, rama de la psicología que emplea recursos dramáticos
con fines terapéuticos, y la posibilidad de su reorientación como un medio de
intervención y conocimiento social en diversos contextos
Introducción:
características generales del Sociodrama
El sociodrama, que
emplea la dramatización como terapia grupal, surgió en base a los
procedimientos teatrales que Jacob Levy Moreno aplicó a su psicología. A
diferencia del psicoanálisis -que se basa en el empleo principal de la palabra
como medio terapéutico-, utiliza la dramatización grupal de los conflictos individuales
y colectivos. El objetivo del tratamiento, tanto para el individuo como para el
auditorio, consiste en provocar una catarsis, somática, mental, individual y de
grupo por medio de la acción dramática espontánea, o expresado con las palabras
de Moreno: “hemos reconocido que ciertos complejos de sentimientos no
semánticos pueden ser disciplinados y que el ejercicio logra un excelente
efecto terapéutico…más que de psicoterapia debe hablarse de terapia corporal”
(Greenberg, 1982: 47-52).[2]
En las versiones actuales del psicodrama grupal (orientado al individuo) o del
sociodrama (orientado al tratamiento del grupo) el protagonista principal
presta su escena conflictiva al grupo en el que ha de desarrollarse la terapia.
Dicha escena, que supone una carga emocional individual y grupal conflictiva,
es reinterpretada por el grupo terapéutico utilizando una serie de recursos y
procedimientos.
La
escenificación de los conflictos evocados genera efectos terapéuticos
individuales y grupales. Dicha escenificación reconoce momentos diferentes a
partir de la escena conflictiva
inicialmente evocada. El momento inicial se denomina “siniestro” ya que la
escena evocada se caracteriza por “poseer” de manera inconsciente a su
portador. El siguiente momento es “patético”, es decir cuando el protagonista
reconoce dicha posesión, para concluir luego en la estetización del conflicto
original a través de una serie de procedimientos y recursos grupales. “Siniestro”
es aquello que nos posee de manera inconsciente, en tanto que el momento “patético”
deviene con el reconocimiento de esa posesión; que se transforma en un gesto
liberador y lúdico en el ámbito grupal por medio de su apropiación escénica
múltiple (Kesselman H. y Pavlovsky E., 2006). Como veremos más adelante, la
objetivación por medio de escenas que tiene lugar en el psicodrama orientado el
grupo o sociodrama es análoga en su forma a las prácticas de sanación/curación
investigadas por Csordas en el movimiento carismático cristiano, que consisten
en la exteriorización ritual de una posesión (Csordas, 1990: 5-47)
Los recursos más
comunes que emplea el sociodrama son el “intercambio
de roles” entre el protagonista y los yo
auxiliares de la escena principal, soliloquios, doblajes de los personajes y de
los yo auxiliares, como así también un recurso denominado “entre” que consiste
en un doblaje que se sitúa intermediando el vínculo interpersonal de los
partícipes de la escena. El “doblaje” consiste en la emisión de las otras voces
por medio de los “yo auxiliares” o de personas del auditorio que interpelan al
protagonista de la escena conflictiva despertando en él “resonancias” que
estimulan el desarrollo de la acción dramática. Tanto el “intercambio de roles”
como el “entre” aparecen como recursos propicios para ser empleados en poblaciones
mestizas, como así también aquéllos recursos rituales que pudieran incorporarse
de las tradiciones de los shamanes y curanderos, presentes en vastas zonas
rurales y urbanas del país. Mediante un recorrido teórico y empírico, examino
en este artículo la posibilidad de aplicación del sociodrama como un medio de
conocimiento e intervención social en diversos contextos. Los procesos de
identificación implicados en las poblaciones mestizas junto a las formas de
objetivación estética y cultural a que dan lugar se asemejan a los mecanismos
que el psicodrama y, particularmente el socio drama, emplean para la cura. Me
detengo también en el análisis de algunos de los recursos artísticos presentes en el
sociodrama como medios expresivos que se apoyan en procesos socioculturales de
identificación, en particular de los estereotipos urbanos, sus emergencias
y transformaciones. Argumento en este
sentido que el sociodrama, generalmente utilizado con fines terapéuticos, puede
constituir también un medio privilegiado de intervención y conocimiento social.
Tomando como base la noción de “habitus”, -acuñada por Bourdieu y desarrollada
en diversos paradigmas sociales y antropológicos como in-corporaciones de
pautas de conducta pre-reflexivas- considero la posibilidad de su modificación
en base a la aplicación de una dramaturgia social. La misma es considerada
tanto como un recurso artístico-expresivo cualitativo de comprender las
sensaciones y emociones desde una perspectiva social y política, como así
también un medio de investigación acción-participativa (Scribamo: 2008: 259)
El mestizaje en relación a la
hibridación cultural y a los procesos de identificación social
El abordaje del
mestizaje supone el análisis de sus
procesos de identificación que se caracterizan por una diversidad de
manifestaciones socioculturales. Esta característica tiene efectos
significativos sobre los status y roles que son asumidos socialmente por los
grupos e individuos que los conforman, como su mayor capacidad de atravesar
fronteras sociales con menores dificultades Al considerar el análisis de
poblaciones culturalmente híbridas se deben tener en cuenta sus objetivaciones
en varios planos como son las escrituras mestizas, los sones y las imágenes.[3]
También actividades de base corporal como el teatro y la danza son rituales por
medio de los cuales se expresa lo prohibido y los tabúes sociales en distintos
sectores sociales y culturales.
También desde el
campo de la antropología Thomas Csordas y Nick Crossley permiten una
aproximación al abordaje de la relación entre poblaciones mestizas y sociodrama,
es decir a una transformación con fines sociales de las encarnaciones (internalizaciones
corporizadas o “embodiment”) y de los “habitus”. Dicha transformación del
“habitus” es posible, según Bourdieu, en
base a un entrenamiento específico que puede inclusive cuestionar los
fundamentos emocionales de la dominación ya que “el reconocimiento práctico a
través del cual los dominados contribuyen, a menudo sin saberlo y a veces
contra su voluntad, a su propia dominación al aceptar tácitamente, por
anticipado, los límites impuestos, adquiere a menudo la forma de la emoción
corporal (vergüenza, timidez, ansiedad, culpabilidad) con frecuencia asociada a
la impresión de regresar hacia relaciones arcaicas, las de la infancia y el
universo familiar” (Bourdieu, 1999). Desde las categorías de Csordas, -que
reelabora tanto la fenomenología de la percepción de Merleau Ponty como las
in-corporaciones de Bourdieu en la forma del “habitus”-, es posible desarrollar
una concepción de la encarnación que supone tanto la inter corporalidad, (dimensión
colectiva del cuerpo), como la dimensión histórico social que informa a la
percepción en Merleau Ponty. Por lo tanto el “embodiment” configura un “estar
en el mundo” cuya fenomenología abarca tanto la intercorporalidad como las
inscripciones histórico sociales del cuerpo, que se constituye en un mediador
cultural (Crossley, 1995). Los análisis de Csordas sobre las prácticas de
sanación en el Cristianismo Carismático de América del Norte ilustran sobre el “cuerpo
socialmente informado” y sobre las prácticas de sanación ritual (shamánicas)
que son comparables a las que tienen lugar en diversos lugares de la Argentina.
En el caso del cristianismo carismático sus prácticas de sanación/curación
presentan un contendido amplio pero limitado de objetivaciones. Las mismas
cumplen un papel análogo a las objetivaciones que presenta el sociodrama, cuyos
procedimientos implican la exteriorización, finalmente lúdica, de fuerzas
corporales pre-objetivas. Las formas de manifestación de los cuerpos extraños
que pueden ser consideradas de acuerdo a Csordas como expresiones incontroladas
del self admiten un registro limitado de manifestaciones, por lo tanto remiten
a un “habitus” (en el sentido de Bourdieu, como repertorio de disposiciones y
prácticas in-corporadas socialmente durante la infancia) que en el movimiento
carismático considerado se vinculan a una población joven y de clase media
(Csordas, Op Cit). El sanador realiza en ese contexto (lo mismo que el director
de escenas en el sociodrama) una “orquestación” del habitus cuyo objetivo es la
sanación-objetivación grupal del “mal” que ha sido in-corporado a espaldas del
reconocimiento objetivo del practicante. El shamán es en las poblaciones
mestizas el encargado de armonizar los flujos y humores que poseen a los
cuerpos. Esta posesión es asimilable a las fuerzas siniestras que el sociodrama
debe reconocer como tales para su abordaje como momento inicial de la cura
hasta arribar al momento “lúdico” y/o artístico del tratamiento. La propuesta
que integre el sociodrama en poblaciones mestizas se basa en distintos medios y
objetos. Pero se privilegian los procesos de identificación sonoros, icónicos y
literarios; todos ellos poseedores de características específicas en las
poblaciones consideradas. Esta posibilidad de aplicación se basa en la
suposición etno dramática de que el teatro es una forma o derivado genealógico
del ritual, que a su vez tiene una función integrativa y curativa en distintas
culturas y religiones. También en la constatación del hecho de que la mayoría
de las culturas actuales son híbridas o mestizas y por lo tanto no homogéneas
étnica o culturalmente. En esas culturas son los curanderos los encargados de
las terapias en las poblaciones étnicas abarcando el Noroeste, Noreste, Cuyo,
El Litoral, el Centro y el Sur de la
Argentina. El curandero suele ser el shamán mestizo que integra prácticas de
shamanes indígenas y en particular de los antiguos médicos o físicos y de los
rituales terapéuticos del catolicismo del siglo XVI (Idoyaga Molina, 2002). El
curanderismo se extiende también a los grandes centros urbanos del país,
incluyendo Buenos Aires. Sin embargo la propuesta de integración de rituales
tradicionales al sociodrama tiene como fin que poblaciones urbanas de origen
rural puedan hallar en ella un medio de auto reconocimiento, que bien pudiera
ser distinto para poblaciones típicamente urbanas, periurbanas u otras en donde
los “habitus” y la presencia de tradiciones asumen diferentes características. Esto
supone también considerar, como en la semiopraxis de Grosso, a la
“interculturalidad” como un concepto que
da cuenta de las diferencias entramadas en relaciones de significación y poder:
“en nuestros contextos sociales las
diferencias no son sólo ni sobre todo las puestas a la vista; claramente
inferiorizadas o excluídas hay políticas de invisibilización, acallamiento,
autocensura, autonegación, denegación, desconocimiento, como dramática nocturna
de las voces en los cuerpos” (Grosso, 2008:231-245).
En otro contexto
y desde la psicología social operativa Pichon Riviére y sus colegas habían
considerado la posibilidad de la dramatización como medio terapéutico grupal,
en particular los referidos a los procesos de “estereotipación” de roles
sociales (Riviére; Quiroga; Gandolfo y Lazzarini, 2008: 141-147). Por medio de
la dramatización consideraban la posibilidad de un aprendizaje en espiral, como
praxis que permite un “aprender a
aprender y un aprender a pensar”. Si bien en el marco de una teoría de la
enfermedad mental y de la conducta desviada, sus categorías de análisis están
atravesadas por la problemática social y el poder. Para Pichon Riviére la tarea correctora debía
estar encaminada contra la resistencia al cambio que resulta del deterioro de
la comunicación y del fracaso del aprendizaje de la realidad en un momento del
desarrollo de los sujetos. La “fijación” genera una regresión del sujeto a ese
momento disposicional de su historia y a la utilización de formas arcaicas de
mecanismos defensivos. En su modelo ECRO
(Esquema Conceptual, Referencial y Operativo) sintetizó las características
teóricas y operativas de la psicología en relación a los grupos sociales y las
ideologías, convirtiéndose en una de las principales fuentes inspiradoras para
un futuro desarrollo o síntesis entre el marxismo, la sociología, la psicología
y la producción artística. La internalización en el individuo de los grupos
sociales (verticalidad) y su inmersión en relaciones sociales inter-actuantes
(horizontales) conforman la base para el análisis de individuos y grupos desde
un punto de vista situacional. Las resistencias al cambio de los roles
adquiridos y/o asignados socialmente conforman en la psicología social de
Pichon Riviére “estereotipos”, es decir esquemas de conducta, pensamiento y
sentimientos preservadores del statu quo. El esquema operativo, mediante la
intervención del operador, se desenvuelve en espiral con la tarea de explicitar
los implícitos sociales en un proceso ascendente en el que se logra una
adaptación activa a la realidad. Pichon Riviére reconocía en los grupos
sociales la existencia de estereotipos diferenciados como lo “portavoces”,
quiénes ejemplarizan y experimentan como vivencia interna al grupo social; también
reconocía en los grupos sociales a líderes y a “chivos emisarios” que ofician
de estereotipos, resultado estos últimos de la segregación social que generan
los grupos en su procesos de formación de liderazgos. La “estereotipación”
implica obstáculos para el aprendizaje y la comunicación inter e intrasubjetiva
presente en los grupos, impidiendo la explicitación simbólica y generando
procesos sociales y culturales análogos a la emergencia de las neurosis en los
individuos. Los artistas, portavoces privilegiados de la sociedad, experimentan
las consecuencias de ser los portadores y anticipadores (mediante su hacer y
productos estéticos) de un cambio social generador de temores y ansiedades. Los
temores básicos que se presentan son el temor a la pérdida (en relación a un
estereotipo que se teme abandonar) o el temor al ataque en una situación de
vulnerabilidad frente a la nueva condición personal o social grupal. En estos
casos las aperturas significativas que implican las obras artísticas, su
evolución y desarrollo, se ven clausuradas en su libre desenvolvimiento por los
temores y angustias que provoca en las estructuras más rígidas de la sociedad,
concitando en muchas ocasiones el rechazo de los críticos y del público.. En
estas situaciones de cambio Pichon Riviére distinguía tres etapas analíticas:
a) Existente: que hace referencia al momento situacional del grupo con su
portavoz o portavoces correspondientes, b) el de la Interpretación: que permite
por medio de la intervención del coordinador grupal la continuidad del procesos
dialéctico social grupal, promoviendo un cambio en la situación, explicitando
lo implícito-grupal y c) Nueva Emergencia: hace referencia a la aparición de
nuevos portavoces, como correspondencia vertical (histórica individual) y
horizontal (sincrónica y social grupal) y como resultado del efecto
interpretativo de la intervención.
La
enfermedad es tomada en el ECRO como principal síntoma de la presencia del
estereotipo grupal; el portavoz de la misma en este caso es quien expresa la
patología grupal social implícita, el que congrega las angustias y dilemas
grupales. El coordinador aparece en la técnica operativa como el principal
referente que promueve el cambio. Si consideramos el funcionamiento actual de
las ideologías como “cierres interpretativos”,
lo implícito en ellas (sus “escenas ocultas”). aparece como su resultado
demandando una ampliación de los implícitos situacionales del grupo.,
institución o comunidad considerada. Si tomamos en consideración (y fuente de
inspiración conceptual y operativa) para su aplicación a ese esquema
situacional ampliando las técnicas grupales propuestas por Pichon Riviére, las
mismas requerirán una adaptación a la complejización de sus determinantes
implícitos en situaciones y contextos específicos espaciales o temporales (cada
uno, a su vez, expresión particularizada de potencia o impotencia
individual-grupal), preservando la fenomenología dialéctica y en espiral que
anima al ECRO. En la psicología social de Pichon Riviére los ·”nuevos
emergentes” se constituyen en los portavoces del cambio social mediante la
intervención del grupo sobre sí mismo, como auto intervención mediada
técnicamente por procedimientos participativos que interpretan los implícitos
grupales (discursivos y no discursivos, sensoriales y corporales). En este caso
la técnica grupal coordinadora, mediante intervenciones no directivas, debe
ampliar el universo posible de implícitos psicológicos y sociales que no se
reducen a la “novela familiar” sino que se extienden al contexto histórico
social. Entre los recursos dramáticos que se proponen para su aplicación en las
intervenciones se cuentan los mecionados: el intercambio de roles, los “doblajes”, también el recurso del “entre”, y
otros como la utilización de máscaras. En las poblaciones mestizas la
intermediación corporal simbólica y dramática (“entre”) puede ser de gran
utilidad ya que en estas poblaciones pequeñas diferencias de status y roles
pueden generar violentos antagonismos
(Bernand, 1977). Estos recursos del sociodrama y psicodrama –junto a la
incorporación de procedimientos rituales de otras tradiciones- facilitan a los
cuerpos manifestarse o “hablar” acerca de sus roles y status sociales
subalternizados (Butler, 2002).
Propuestas de intervención-análisis
mediante sociodrama
Si
extendemos la noción de la intervención grupal e individual al ámbito social y comunitario,
incluyendo en ella “el rol de la
comunidad como agente activo con voz, voto y veto”; esta definición permite a
su vez deslindar las formas de intervención participativas de las
asistencialistas (Montero, 2004: 67-73).
La investigación sobre la aplicación de recursos dramáticos se plantea como
un enfoque en el que la dominación científica, basada en el dominio de un campo
tecnológico de saberes, es limitada por medio de las estrategias participativas
de investigación-acción (Gassino y Scribano, 2008: 181-200)[4].
Otra característica señalada como constitutiva de las intervenciones sociales y
comunitarias es el énfasis puesto en las fortalezas y capacidades más que en
las carencias y debilidades de la comunidad (Montero, Op Cit). El cambio social
considerado como “movimiento de recreación permanente de la existencia
colectiva” (Saravia; 1988:182 citado en Montero) le otorga a estas intervenciones un carácter
político. Según esta perspectiva, la intervención comunitaria involucra cambios
entre las dimensiones del hábitat, del individuo,
de sus grupos de pertenencia y en la sociedad produciendo una relación
dialéctica de transformaciones mutuas.
Los objetivos
consisten, por medio del sociodrama, en dilucidar las tensiones que afectan a
las historias individuales y colectivas de los partícipes y su puesta en común para
ser conjuradas grupalmente o sea la ritualización no repetitiva que los participantes
pueden emplear en contextos socioculturales e históricos específicos, generando
modificaciones en distintos niveles. En este sentido la construcción del
presente, de una imágen del sí mismo (“self”) y de los otros, supone tanto una
“procedimiento arqueológico” como uno “teleológico”; éste último ya no basado
exclusivamente en el (des) ocultamiento de una posesión o en la “revelación de
un secreto” que vela un saber, sino también en la exploración de las potencialidades
que anidan en las manifestaciones simbólicas colectivas. Según Ricoeur (y en
relación a dos formas paradigmáticas de acceso al conocimiento hermenéutico
como son el psicoanálisis y la fenomenología de la religión): “hemos opuesto al
comienzo -la reducción de las ilusiones y la restauración del sentido más
pleno-, esas dos empresas tienen en común descentrar el sentido hacia otro foco
que ya no es el sujeto inmediato de la reflexión…el foco del sentido no es la
conciencia sino otra cosa” (Ricoeur, 2007:51). Desde la antropología que apela
a la hermenéutica de las emociones Michelle Rosaldo desarrolla una perspectiva que, como la de Ricoeur,
resalta la interioridad y a las emociones como informadas por la sociabilidad
de los contextos culturales. El sentido del self (del sí mismo), por lo tanto, se halla culturalmente organizado (aunque
no específicamente determinado) en cuanto no sólo a lo que pensamos, sino a
cómo sentimos y experimentamos nuestra existencia (Rosaldo, 1984). En base a
comprobaciones etnográficas, aplicables al sociodrama, argumenta que las
emociones “no son cosas sino procesos que pueden ser comprendidos mas
adecuadamente si se hace referencia a los escenarios culturales y a las
asociaciones que evocan” (Rosaldo, 1984). También resalta la vinculación entre
la construcción privada del sí mismo y la persona social junto con la dimensión
política que asumen los “selves” y sentimientos formados por la cultura. Tanto
el sufrimiento como los mecanismos de regulación y soportabilidad social inducidos
por el capitalismo generan repertorios limitados de acción social en
consonancia con una domesticación del cuerpo, convertido en un objeto
multiforme de extracción de plusvalía. En este sentido se entiende al cuerpo
como una dialéctica entre cuerpo individual (en relación a la articulación
filogenética entre lo orgánico y el medioambiente), cuerpo subjetivo (como
instancia autorreflexiva, en el sentido del “yo” por el que se tejen y pasan
múltiples subjetividades) y el cuerpo
social o socialmente informado, lo social hecho cuerpo (en el sentido de
Bourdieu) [5]
El
recurso del sociodrama aplicado en y por poblaciones mestizas, urbanas y
rurales, seguramente demande la integración de prácticas rituales
características del contexto histórico social específico de cada una. En
ámbitos rurales, por ejemplo, se trataría de la incorporación de prácticas y procedimientos rituales fácilmente
incorporables y re-interpretables por la población debido a las similitudes
existentes entre las representaciones de la enfermedad y la terapia de los
grupos religiosos y las representaciones campesinas (Idoyaga Molina, 2002).
Pero en todo caso se trata de la inclusión por parte de la terapia
sociodramática de recursos terapéuticos locales que puedan ser asimilados y
reinterpretados por la población mestiza de que se trate. Junto a ello se
propone la inclusión de las historias de vida y su dramatización (biodrama)
como un medio de conocimiento y reconocimiento de las poblaciones mestizas que
permita profundizar y enriquecer el empleo de recursos sociodramáticos ya
desarrollados y probados en grupos terapéuticos como el intercambio de roles, el “entre”, la
“multiplicación dramática” y otros que emplean, por ejemplo, el uso de máscaras
(Buchbinder, 2008), cuya presencia forma parte habitual de los rituales y festividades
de las culturas originarias. Las formas actuales de objetivación estética de
grupos culturalmente híbridos y mestizos son variadas y atravesadas por los
procesos de globalización cultural. Los medios de comunicación al mismo tiempo
que informan y distorsionan (en un sentido habermasiano) la comunicación y las
representaciones colectivas pueden cumplir también -de acuerdo con las nuevas
posibilidades que abren a la interacción social- una función relevante.[6]
Jean y John L Comarff (2009), al analizar
los ordenamientos sociales poscoloniales consideran los efectos que sobre este
orden tienen las representaciones sociales vinculadas a la violencia y a sus
dispositivos de vigilancia. Dichas representaciones aparecen como un medio de
reparación de justicia y compensación simbólica ante su ausencia o debilidad
social. La vigencia de una “metafísica del desorden” -sin desconocer los fundamentos
objetivos que tiene en la experiencia cotidiana y sus modos específicos de
abordarlos en cada contexto-, demanda la creación colectiva de escenificaciones
orientadas a ofrecer marcos simbólicos no sublimantes de estructuración social.
Ewin Goffman, teórico pionero de la interpretación dramatúrgica de la sociedad,
había analizado las “máscaras” sociales que utilizan los grupos e individuos
con el fin de mantener una definición única de la situación y ocultar sus
estigmas o “marcas sociales” (Goffman, 1995). Las máscaras sociales son formas
simbólicas de presentación en sociedad que permiten la interacción. El “sí mismo”
en esta teoría aparece como un emergente de los roles sociales desempeñados y
de las definiciones grupales de la situación que son para Goffman el resultado
de una “actuación” orientada a proyectarlas y mantenerlas (Gossnel, 1982:47). Las
intervenciones sociodramáticas propuestas y orientadas hacia la diversidad
poblacional suponen procesos de identificación grupales que involucran
centralmente el manejo de afectos y sentimientos, como procesos de construcción
del sí mismo que son inescindibles de los roles sociales y de los contextos
culturales e institucionales, pero que consideradas como intervenciones sociales
tienden también a modificarlos. La in-corporación por medio del sociodrama
aparece como un medio privilegiado de (auto) generar aprendizajes en
cuestiones sociales, culturales y
terapéuticas que exceden los alcances de las campañas discursivas o
publicitarias que conforman una parte significativa de las intervenciones con
fines sociales. La personificación de
situaciones sociales y grupales problemáticas por medio de la dramatización
genera cambios actitudinales en los grupos afectados y en sus definiciones
comunes de la situación (sus “máscaras”). Por medio de la escenificación de
problemas que involucran dimensiones sociales -como adicciones, prevención de
HIV, violencia escolar, violencia de género, discriminación social, conflictos
identitarios, ambientales, etc- es posible la adquisición de nuevas
herramientas de intervención en ámbitos comunitarios, institucionales y
sociales. Dichas intervenciones sociales pueden ser evaluadas en cuanto a sus
resultados de manera cuanti-cualitativa, incorporando ya sea procedimientos de
la sociometría, que miden los alcances cuantitativos de las vinculaciones en un
grupo[7], o bien de manera
cualitativa mediante el empleo de métodos proyectivos provenientes de la
psicología que pueden ser aplicados a las investigaciones sociales. En el caso
de la aplicación del sociodrama, junto a
las formas de medición que el
investigador pueda emplear, la propia intervención del investigador en la
acción dramática genera un efecto performativo o “realizativo” cuyo hacer autopredictivo
tiene validez.[8] En
este caso el investigador se constituye en el mediador de un “juego de
lenguaje” cuyas reglas son generativas, y encaminadas a un logro determinado
que cuestiona (en un proceso dialéctico de desestructuración-estructuración)
las definiciones comunes de la situación La socio-dramatización permite a su
vez ampliar los límites de la reflexividad metodológica al hacer intervenir la
dimensión inter-corporal como medio de conocimiento, intervención y
autorreflexión social. El análisis de la validez y alcances de la
aplicación del sociodrama -y de las
artes en general- a las ciencias sociales abre un nuevo panorama para la
metodología de investigación que tiene alcances epistemológicos. En relación a
los modos de registro.de estas experiencias -que involucran centralmente a la
creatividad como expresión de emociones y de la acción- es importante redirigir
la percepción al hiato que se abre entre el análisis y la observación
(Scribano, 2008: 259 y ss). En todos los casos el
protagonista del sociodrama es un artista colectivo que puede convertirse en un
agente de anticipaciones y cambios socioculturales. En este cometido resulta de
mucha utilidad la identificación, como medios de intervención y análisis
social, de las “unidades de experienciación”. Se trata en esta propuesta
metodológica de acción-participación del pasaje de la dicotomía unidad de
observación-unidad de análisis a la identificación y modos específicos de
registro de “unidades de experienciación” (Scribano, 2008 y 2011) que tiene
lugar ”cuando los sujetos se expresan, cuando construyen
imágenes sintetizan de un modo u otro, tres procesos concomitantes: la historia
social de las imaginaciones posibles hechas cuerpo, la conexión del sujeto con
la realidad en la que está inscripta su acción y el conjunto de emociones que
porta y crea asociadas a sus propias creencias o pensares” (Scribano, 2008).
Desde esta perspectiva, y en relación a la utilización del sociodrama para la
investigación, no se trata de transformar la investigación social en una
“puesta en escena” sino en “pensar y crear las condiciones para permitir que
por “un momento” la vida de los sujetos (y del investigador) devenga palco,
escenario, calle…de forma tal que se hagan presentes, se re-presenten las
relaciones de dichos sujetos entre sí y sus condiciones materiales de
existencia” (Scribano, 2008: 259-265). Para el registro y análisis específico
de expresiones y sentires por medio del sociodrama el analista puede formar
parte de la escena o intervenir como un
observador externo de la misma. En ambos casos distingo como finalidades
del sociodrama como intervención social
las siguientes:
-Obtención y elaboración de información: a
partir de la apropiación dramática grupal de temas y problemas (que pueden ser
propuestos a partir de medios literarios, icónicos, sonoros, etc) y de las
“resonancias” individuales y colectivas que genera
-Difusión de conocimientos (por ejemplo
mediante la dramatización con fines didácticos, teatro didáctico, etc)
-Como medio de in-corporación de aprendizajes
mediante la utilización de escenas: el grupo experimenta transformaciones que
exceden el ámbito “cognoscitivo” y se extienden al campo emotivo-experiencial
- Con fines de “empoderamiento” individual,
comunitario e intercomunitario
-Como medio de elaboración de representaciones
y demandas sociales
Las
dramatizaciones fueron utilizadas como un medio exitoso de aprendizaje en campañas
de promoción de la salud.[9]
En ellas cada ciudadano y cada sujeto en interacción es considerado un
especialista de su propia experiencia cotidiana en un proceso de movimiento
que, a partir de escenas individuales,
involucra escenarios colectivos. En palabras de Vera Paiva : “vimos
também que
as pessoas podem incorporar dados de pesquisa,
inclusive da epidemiologia,
enriquecendo interpretações que não estão
diretamente disponíveis para a
«ciência». Expertise e ciência não são sempre sinónimas” (Paiva, 2006:46)
El uso de
escenificaciones puede abarcar la consideración de temáticas como la
discriminación social, de género y la convivencia con las diferencias y la
“otredad” en general, considerados como procesos de formación social, cultural
y política de estereotipos. El
sociodrama como medio de intervención social, además de contribuir a la
resolución de problemas sociales, aparece como un medio artístico colectivo de
prefiguración de relaciones sociales y culturales, pudiendo adquirir un
carácter político. Fue utilizado por ejemplo en el contexto de la crisis
política y las movilizaciones sociales que tuvieron lugar en Argentina luego de
la crisis de 2001 y en otras ocasiones (Trastoy, 2004). También son relevantes
y cumplen fines análogos -particularmente en lo que refiere al empleo de potenciales
sociales creativos y por su capacidad para interpelar a las comunidades
vecinales de manera participativa-, las experiencias de teatro comunitario. A
comienzos de la década pasada tanto el teatro comunitario como el sociodrama
aparecen vinculados como expresiones artísticas callejeras de la crisis y con
los movimientos sociales urbanos (Trastoy, 2004). Es en esta primera etapa
(2001-2003) cuando se comienza a tematizar la relación entre el teatro y la
crisis (Pelletieri, 2003). Diversos autores señalaron entonces la emergencia de
cuestionamientos al modelo estético dominante en el teatro cuyo paradigma
era el realismo. Proaño Gómez (2005: 265-277) señalaba que si bien en el
teatro comunitario los personajes encarnaban modelos de conducta típico
ideales, asociados a roles sociales que podrían asimilarse al realismo (y
agregamos, a la constitución de “estereotipos”), primaba sin embargo en estas
expresiones teatrales una “mímesis de lo invisible”: la crítica implícita en la
estética de los grupos teatrales no implicaba una simple copia de la realidad
sino que mostraba aspectos ocultos de la realidad social y política, en
particular de sus conflictos. Este abordaje estético implicaba un doble
carácter ya que era a la vez autónomo y social. Los aspectos invisibles de la
realidad “emergen” en el espectáculo como apariciones que denuncian esa
realidad al mismo tiempo que configuran una existencia mejor (Proaño Gómez,
2005). Fines inicialmente terapéuticos (en
el caso del sociodrama) o de entretenimiento (en el teatro comunitario) se
convierten en un medio de (auto) conocimiento y participación colectiva que
expresa demandas y propuestas de transformación a partir de la reelaboración de
los imaginarios sociales predominantes
En síntesis, las
escenificaciones pueden ser utilizadas como un medio de intervención social y
de conocimiento en contextos rurales o urbanos, en un proceso de transformación
dialéctica que involucra tanto a quienes cumplen el papel de coordinadores y/o
investigadores grupales como a las poblaciones que se convierten en agentes y
se apropian de las escenificaciones en base a sus conocimientos, saberes y
tradiciones generando nuevos conocimientos.
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[1] Sociólogo (UBA) y psicodramatista
[2] La noción de katharsis
era empleada por Aristóteles en su Poética
para referirse a los efectos terapéuticos que la representación de tragedias ejercía
sobre los espectadores (Aristóteles,
2009: Cap I y VI)
[3] Considero la definición que de hibridación
ofrece García Canclini como “procesos socioculturales en los que estructuras o
prácticas discretas, que existían en forma separada, se combinan para generar
nuevas estructuras, objetos y prácticas” y al mestizaje como un tipo particular
de hibridación étnica; tomando también en cuenta lo que contienen de
desgarramiento y que no llega a ser fusionado (García Canclini, 1990)
[4] La noción de Intervención Acción Participativa (IAP) retoma la
idea de praxis como medio de conocimiento compartido entre el investigador y la
comunidad (Gassino y Scribano, 2008:181-200)
[5] Sobre los vínculos entre mecanismos de soportabilidad y dispositivos de regulación social de las
sensaciones (Cfr Scribano, 2005, 2007:118-142,
2011:21-27)
[6] Moreno, por
ejemplo, había considerado la
posibilidad de utilizar la cinematografía y la televisión como dispositivo
terapéutico en base a un adiestramiento específico de directores y auxiliares
de escena (Moreno, 1977: 219-247)
[7] Jacob l. Moreno, iniciador del sociodrama, fue también el pionero
en el desarrollo de la sociometría, ciencia de la medición de grupos y redes
sociales. Moreno consideraba como unidades de análisis en sus observaciones
sociométricas a los “telé”, unidades de afinidad o rechazo
entre los miembros del grupo.
[8] Por el contrario, las
epistemologías falsacionistas descartan las hipótesis autopredictivas debido a sus presupuestos objetivistas de la investigación.
[9] Por
ejemplo en Brasil por Vera Paiva (2006) para quien: “a promoção da saúde sexual na perspectiva dos
direitos humanos e da afirmação da cidadania sexual, que leva em conta as
relações de gênero e de poder, o sexismo e a homofobia, assim como o racismo e
a pobreza, pode se beneficiar dessa abordagem. Os participantes são convidados
a decodificar os cenários sociais em que vivem, ampliando sua consciência, no
encontro educativo ou em espaços de cuidado à saúde. Definida por Paulo Freire,
a partir dos movimentos pela alfabetização de adultos dos anos 60 como
pedagogia da autonomia e da liberdade, a conscientização no encontro educativo
depende da codificação de uma situação existencial e da representação dessa
situação que mostre alguns elementos constituintes da interação focalizada. A
decodificação é a análise crítica da situação codificada. A conscientização é a
compreensão profunda da vida cotidiana implicada na realidade social e, ao
mesmo tempo, da capacidade para transformá-la” (Paiva; 2006: 26)
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